
Xilografía a dos placas
180 x 120 cm
Papel Arches 320 gr/m2
2022
El primer acercamiento al mundo es táctil, después sonoro. El sonido precede a la palabra y a la imagen. Puede desvelar y representar realidades y estéticas, pero también ser una tortura. El eco puede encarnar eso, un suplicio sonoro, la condena a repetirse hasta el desvanecimiento. Así se entendió en la Antigüedad griega. Eco era una ninfa del monte que mediante argucias entretenía a Hera para que Zeus pudiera gozar de otras aventuras, los juegos del amor disperso. Cuando Hera se dio cuenta condenó a Eco a repetir todo lo que oyera y la incapacitó para hablar por sí misma. Otra leyenda más difundida cuenta que Eco profundamente enamorada, y despreciada por Narciso, murió de amor, pero su voz quedó vagando por los montes.
El cuervo, ser de simbolismos contradictorios, era para la mitología griega profeta de malos augurios pero también, según Plinio, el único pájaro capaz de conocer los acontecimientos futuros. Para los japoneses el cuervo (karasu) es un símbolo de amor familiar. Para los indios tlingit de la costa pacífica de Alaska el cuervo es el que hace el mundo, el que lo organiza, añade a sus representaciones un elemento dinámico y organizador. Para los mayas es un mensajero del dios del trueno y del rayo. Esta dualidad cobra una significación especial en el personaje de la pieza por estar al centro, por su tamaño y por su mirada.
El cuervo, ser de simbolismos contradictorios, era para la mitología griega profeta de malos augurios pero también, según Plinio, el único pájaro capaz de conocer los acontecimientos futuros. Para los japoneses el cuervo (karasu) es un símbolo de amor familiar. Para los indios tlingit de la costa pacífica de Alaska el cuervo es el que hace el mundo, el que lo organiza, añade a sus representaciones un elemento dinámico y organizador. Para los mayas es un mensajero del dios del trueno y del rayo. Esta dualidad cobra una significación especial en el personaje de la pieza por estar al centro, por su tamaño y por su mirada.
Acompañando al animal, se encuentran dos figuraciones antagónicas pero complementarias, que apuntalan dualidades: ficción-realidad, sobrenatural-humano, diabólico-sagrado. A la izquierda, a siniestra del espectador, una figuración de perfil evoca un ser demoniaco; es decir –volviendo a los griegos– seres divinos o semejantes a los dioses por cierto poder, con una iluminación que trasciende las normas habituales, que va más allá de los argumentos de la razón. A la derecha aparece una figuración humana, aparentemente sagrada: la mirada, el gorro y una cruz en el dorso de la mano lo delatan como poseedor de signos de poder y suplicio. Las serpientes que acompañan a este personaje diestro observan al espectador, como el cuervo algo inquietante cuentan con la mirada; en cambio las que acompañan al personaje siniestro fluyen con su mirada. Cabe recordar la reflexión del crítico de arte alemán Hans Jaffé: «la izquierda, para todas las civilizaciones del Mediterráneo anteriores a nuestra era, significaba la dirección de la muerte».
Al mito del diablo, de lo demoniaco y lo monstruoso se asemeja el de la serpiente. Símbolo de la fecundidad, de la tierra, de lo fálico, de múltiples aspectos de lo humano y lo cósmico, encarnación certera de la energía, de la fuerza pura, primigenia. Tal vez por esto tantas culturas la han representado. Como animales de poder que son, las serpientes en esta pieza evocan diferentes dimensiones, la de arriba a la izquierda cubierta de hojas que podrían parecer plumas o llamas, la de la parte inferior doblemente compleja por su condición bicéfala, y las demás que aparecen y desaparecen sugeridas y confundidas con sus hermanas las líneas. Los simbolismos que sugieren pueden iluminarse con las palabras de Juan Eduardo Cirlot, que en su Diccionario de símbolos anotó: «Teniendo en cuenta que la lucha es una forma de conjunción y de amor, no puede extrañar que el hombre haya creado la síntesis de los poderes contrarios (cielo y tierra) en la imagen de la “serpiente emplumada”, el símbolo más importante de América precolombina. La serpiente lleva plumas en la cabeza, en la cola y a veces también en el cuerpo. Quetzalcóatl es otro símbolo andrógino. La contraposición de dos serpientes, cual en el caduceo de Mercurio, indica el equilibrio de fuerzas, la contraposición de la serpiente domada (fuerza sublimada) a la serpiente salvaje (bien y mal, salud y enfermedad)».
Las serpientes, cuyos veteados y sigilosos cuerpos rodean a los personajes, son un complejo arquetípico representado desde tiempos remotos con la simpleza inaugural de una línea, una linea viva. El grabado también es eso, el arte de vivificar las líneas.
Axel Juárez